Singular Rooftop bar: after-office de altura

No voy a mentir: a veces me da toda la onda posh y quiero conocer lugares preciosos que me hagan sentir toda cozy, y otras palabras gringas que se me vayan viniendo a la cabeza.

Con mi Nenuco fuimos al fin a conocer el Rooftop Bar del Singular, un maravilloso pequeño hotel en un edificio remozado del barrio Lastarria. ya me había agenciado varios reviews, todos tirándole flores. Por lo tanto, nuestras expectativas (sobre todo las mías) eran bastante altas.

Y vaya que fueron cumplicas. Así sin más ni más. Pero vamos al tema. El Rooftop Bar es justamente una terraza en la azotea del hotel. Moderno, pero elegante, sin quedarse en el pasado. El ambiente está genial para hacer un after-office y relajarse, perdiéndote en la vista al cerro. Por lo mismo, también funciona con amigos y en plan romántico. Incluso te dan mantas para cobijarte del frío, y mientras te conviertes a ti mismo en un burrito, todo enmantado, comienzan las delicias.

Lástima que no somos grandes bebedores, porque la carta de cocktails se ve interesante, definitivamente creativa.
Pedimos cocktails de la sección sin alcohol, y el mozo se acomodó muy bien a nuestros gustos, siempre explicando cada ítem de la carta, dispuesto incluso a preparar lo que quisiéramos, teniendo los ingredientes (sus palabras, no las mías) Excelente memoria para los pedidos, además.

Nos atendió Sebastián, el supervisor, y resultó muy amable y amistoso, además de tener un excelente servicio. Es como lo que se espera de un local de esta categoría, servicio que acá tienen bajo dedillo, pero que suele fallar tanto en otros lugares similares. Vamos, que hay tantos locales en Chile que se ponen a sí mismos estrellas como observatorio, pero una clasificación honesta no les daría ni para una.

Ponen almendras, prenden estufas y se preocupan por que quedes cómodamente instalado. Es además amplio, bien pensado, transitable; sabe ocupar el espacio. Hasta noté que el baño tiene una butaca afuera para esperar. Gran gran detalle. Sí, siempre visito el baño. Dicen que el baño habla de la cocina: a limpio es el baño, limpia es la cocina; es uno solo, pero impecable, hasta tenían pañuelitos desechables y agua caliente, y admito que es agradable en las noches de frío para lavarse las manos. Ahh.

Tomamos un Ginger Smash: puedo describirlo como una Ginger Ale hecha en casa, frutosa. Tiene ginger beer. También pedimos un Citrus Bombs, con maracuyá, piña, naranja y limón. Me recordó al Barrel Blast sin alcohol del Insert Coin (mi ex-local favorito. Hmph), pero sin coco. Cargado al maracuyá, adictivo, delicioso. Buena onda encontrar un lugar alternativo para tomar algo así.

Aprovechando el precio de las tapas ($1.200 cada una), armamos un verdadero tour por esta parte de la carta, tanto dulce como salado.
La esfera de papa, calientita, con un tono amargo y mantequilla espumada. Deliciosa.
El salmón spicy no es spicy, es más bien el sabor del ají. El salmón perfecto, en su punto.
Rica la tostada de jamón serrano en pan de centeno, con berros, muy buen queso para el jamón. Fino, pero con suficiente sabor para dominar el panorama.
La causa de centolla, muy agradable. Interesante la causa, no me gustan las betarragas, siempre digo que tratan de imitar a las papas, pero acá me gustó. Sabía de hecho a papa, engañada completamente, jaja. Y yo hablando como mensa de que ‘era de papa‘.
El pincho, ohmidios. Qué carne más suave, en su punto perfecto, con un toque de azafrán o curry.
El ceviche mixto tenía pulpo, salmón y camarón entre cebolla y leche de tigre. Este toque lo convirtió en mi ceviche favorito. De verdad todo en su punto: pulpo no chicloso, camarón protagonista, salmón blanco y no pescadoso.
En tapas dulces, el macaron era creo de chocolate? No pudimos determinarlo. Medio cítrico además, pero suave y rico.
El pie de limón suavecito, con un excelente punto en el merengue; firme base crocante como galletita, además de acompañarse con arándanos y frutilla.
El mousse de chocolate perfecto, con un toque de café, me tincó. Además de tener galletitas y bolitas crocantes, buen detalle.
El créme bruleé de pistacho, para el tamaño, me sorprendió lo bien hecho y suave, con perfecta costra de azúcar y frutas para off-set el sabor.

Después nos re-tentamos con los cocktails sin alcohol y pedimos un fresa colada, con pulpa de frutilla, leche de coco y crema, todo batido como milkshake, pero más natural; el coco no invade, es más bien un plus al final.
Trajeron además más almendras y aceitunas, y nos ofrecieron además un agua con limón y pepino como cortesía, para refrescar paladares.

El bar, nos contaron, está funcionando desde Enero; hay también almuerzos y sandwiches, pero hacia la noche cambian a tragos y picoteo. Se toman reservas y se puede elegir la orientación, aunque toda la terraza tiene excelente vista.

El hotel es precioso ¿Muy ridícula si tengo ganas de quedarme alguna vez acá, siendo que vivo cerca? (hey, tienen spa…)
Sé que al menos el Citrus Bomb y las tapas me harán volver y volver.