Este finde me fui a Viña a celebrar a la mamá Nenuca. Como una ‘ya sabe’ que todo estará lleno, la mamá tuvo el tino de encargar comida desde antes a la nueva picá de la ciudad, Pecado del Inka.
En Santiago, restaurants peruanos han salido como hongos después de la lluvia en un lugar donde ya había muchos hongos. Y es normal, la gastronomía peruana ha tenido manso boom según se ha ido conociendo su calidad y el hecho de que se puede probar de manos nativas (a diferencia del sushi, por ejemplo, donde es más raro pillar un chef japonés)
En Viña del Mar, sin embargo, la comida peruana se ha estado descubriendo de a poco y aunque han surgido muchos locales, aún muchos son más fancy y por lo tanto más onerosos. Debido a que hay menos locales, hay por lo tanto menos oferta competitiva. Por suerte, esto está cambiando.
Este es un datito que se pasa de boca en boca, porque está algo escondido. Es raro que un turista pase por este derrotero, pero yo solía trabajar por ahí cerca 😉
Pecado del Inka se caracteriza por ser un lugar pequeño, pero weno. El local tiene tres ambiente: 2 mesas exteriores, unas 4 mesas en el primer ambiente y algunas más al fondo. Y siempre pasa lleno, porque ya se ha corrido la voz. Con decir que mientras esperábamos el pedido, ya estaba todo copado o reservado, pero había gente a la espera que negaba irse.
Y ya vi por qué.
El local ofrece un verdadero cerro de comida, al precio ‘normal’ de un local peruano (entre 5-7 lucas el plato, quiero decir) y fácilmente comen dos de un plato, o puedes llevarte para la cena.
El sistema de takeout es encargar antes (pueden ser días antes), te dicen a qué hora venir a buscarlo, vas y te entregan las enormes bandejas de plumavit; los postres los transplantaron ahí mismo. Una lástima transplantar el suspiro de limeña, porque pasó de esta hermosa torrecita de merengue…
a estar todo aplastadito. Oh well.
Pedimos ceviche, el cual traía pero de todo. Y nada de pedazos sueltos pequeños, no. Trozos grandes de pescado, pulpo, camarones, además de choclo peruano, papas, camote y cebolla, todo con ese saborcito inconfundible de sus condimentos que en el puerto no te dan. Era enorme. Además traía cancha y dos salsas. Lo dividimos en dos bandejas y ni caso, sobró!
También pedimos dos porciones de lomo saltado; a pesar de que le trae papas y arroz, mamá Nenuca pidió arroz chaufa a la inca, el cual le trae trocitos de todo. Y por supuesto quedó muchísima comida, como para cena y almuerzo de nuevo! No hay lomo saltado malo y ésta no es la excepción, así que no necesito comentarlo realmente.
De postre, dos mencionados suspiros de limeña, que estaban super suaves; el manjar no era empalagoso y el merengue tiene esa nota de canela a la que me estoy acostumbrando para bien.
Además pedimos una crema volteada que al día siguiente partimos en dos y aún así sentí que era mucho postre. Estaba exquisita. Es espesa y cremosa, y super dulce. Nada que ver con la clásica leche asada, aunque se supone sean lo mismo. Estaba tan wena, que olvidé tomarle la foto, derp.
Les doy 5000 jumbitos y 100 puntos para Gryffindor.
Dónde: Pecado del Inka, 12 Norte 1114, Viña del Mar
Precio: todo lo mencionado, unos $39.000