Una barra de sandwiches, un salón entero pa’ degustar platos, ¿qué le podía faltar al Guatón Loyola? Este local que desde octubre 2016 está dando qué hablar en Patronato, porque destaca de los locales coreanos, chinos, árabes, al tener la novedá: comida chilena.
Pensándola, concluyeron que faltaba más espacio para poder celebrar. Celebrar qué? Cualquier cosa, po: cumpleaños, after office, aniversario de la empresa, santo, celebrar a la misma comida en futuras cenas secretas…Es así como tras dos meses de arduo trabajo, consiguieron abrir este segundo piso, justo en el marco del día de la cocina chilena. La idea del local es hacer la misma comida chilena, con los materiales de siempre que uno espera, pero con una vuelta; como una perfecta analogía a este rescate de la comida, el segundo piso completo está hecho y decorado con cosas rescatadas de deshechos.
La idea a futuro es crear experiencias de la cocina chilena, cada mesa con un concepto distinto, y rescatar la cocina étnica y de cada pueblo.
Nos recibieron cálidamente y pasamos al mítico segundo piso, en medio de algarabía, música chilena (pero no solo folklórica, ojo), un cordero al palo justito rostizándose frente nuestro, y en la mesas (grandes y pensadas pa grupos) hay juegos de damas, trompos, cubos Rubik y naipe. Vamos bien.
Nos ofrecieron clery, chupilca, terremoto o borgoña. Nos fuimos por algo hermoso y desconocido para nosotros -pucha, si no tomo mucho, po-: la chupilca, que consiste en tinto y harina tostada, endulzado con chancaca. Bastante correcto, se siente harto el sabor a harina tostada, alimento que no deja de sorprenderme con su revival. Lo hubiera tomado más heladito sí, porque el cordero nos está dando #Calors.
Nos traen pan y pebre, y oh dioses sagrados del Olimpo, el pancito tiene chicharrón. Me está gustando la cosa. El pebre lo encontramos suave, pero nosotros aguantamos demasiado bien el picante, así que yo creo que estaba en su puntito, y si usted es un mortal común y corriente al cual le preocupa un poco más su hígado, seguro le parece bien de picante. Nosotros somos hardcore.
Ahí nos van trayendo el cóctel y empezamos con un mini churrasquito, aunque no me mató. Nos traen después una empanada de pino pero FRITA, que sí me da pa conversar. Super rica la masa y la cebolla. Aunque la Claudia Zila de la agencia de modelos Somos L -quien me pidió que anotara esto- dice «la empanada está muy caliente». Se notaba fresquita, hubo que comerla con cuidadito. O sea, podríamos haber esperado a que se enfriara, pero es que se veía tan rica…
Probamos también mini sopaipillas y mini tortillas, con pebre y salsa verde. Todo es de elaboración propia, incluso los licores (hasta el whisky!), pues tienen su propia fábrica de alambiques. Mish.
De ahí ya no pudimos más de #Calors, así que pedimos un té helado, dulcecito, con trozos de manzana y hielo. Rico y necesario.
Por fin sale el cordero al palo; yo ya había probado una vez y la verdad no me gustó, así que me lancé de nuevo a regañadientes, y éste estaba mucho mejor, o será que probé una mejor parte. Sacamos piel crujiente y jugosita. La carne en sí es como la de la cazuela, pa darles una idea.
Y finalizamos el cóctel con un buen mini pastel de choclo.
De ahí empiezan a salir los platos estrella, todos en vajilla artesanal original, cada platillo en su propio plato, por así decirlo. Salen charquicanes, asao de tira, mariscal y probamos un sanguche que no escatimó en lo cárnico, y luego nos mandamos una merluza frita con papas mayo, bien crocantita. Pese a que no dábamos más de comida, terminamos con un buen mote con huesillo, porque corresponde.
En suma, nos divertimos harto y comimos más aún. Ojalá resulte super bien el proyecto de la comida chilena étnica, y sigan haciendo patria en el barrio.
Le lleva muy mini video, pero iguols se los dejo:
Dónde: Guatón Loyola, Patronato 423, Recoleta.