Recuerdo que hace rato venía escuchando de este local, de su ambiente, de su especialidad tanto en dulce, como salado (como bien indica su nombre) Tuve mucha suerte que el contacto de prensa de Dolce&Salato conocía a un contacto mío y pudimos asistir ambos Nenucos al lanzamiento de su carta otoñal. Aclaro que es otoñal y no Otoño/Invierno, pues cuando comience oficialmente el Invierno (sí, se viene aún más frío, brrr!) se añadirán otros platos nuevos.
Es un día frío, tipín 1:30 PM y nos dirigimos a la mesa de prensa, que se encuentra junto a un cuadro de Rutger Hauer en la película Blade Runner, y tengo mi momento nerd del día. Me comenta la joven chef que es su socio quien escogió ese cuadro. Pienso que ambos tienen buen gusto, cada uno por su parte.
«Como lágrimas bajo la lluvia»
El lugar en sí es precioso, y podría sentarme a hablar de sus jardines, de su decoración de terraza, sus árboles frutales, las flores presentes en todos lados recordando la estructura que era anteriormente, o cómo se trabajó por un año recuperando la locación en base a los planos de la iglesia que acá se encontraba, trabajando incluso con el mismo arquitecto de ella, para asegurar la mayor conservación posible del patrimonio. Sí, podría hablar de eso. O de su comida, de su fuerte en la repostería y cafetería, del concepto de platos caseros y comida de barrio. De la calidad, presentación, la buena mano.
Pero admito que tengo pocas palabras acerca de Dolce&Salato. No porque me dé lata escribir acerca de ello, si no porque espero en secreto que las imágenes en esta ocasión valgan mil palabras. No solo mis imágenes, no me estoy quebrando con mis fotos (y mi cámara semi-nueva); hablo de cualquier imagen que se tome en este local. Porque la calidad es transversal a quien venga, y a cualquier plato que pida.
Dicho esto, les introduciré a la nueva carta y todo lo que ofrece en tres tiempos: entrada, fondo y por supuesto, postres. Comenzamos con unas limonadas menta (¿hay algún lugar donde no las pida…?), grandes, aciditas, bastante naturales.
Seguimos con las entradas, donde probamos pizzas (de jamón serrano y rúcula, y de camarones), bastante correctas, de buena masa. Seguimos con un sandwich increíble de arrollado de huaso, y hago un alto acá (y eso que dije que iba a hablar poco), pero es que este arrollado, madre mía. Nos dejó locos.
Probamos también las pailas de huevo. Ojo, que tienen de varios tipos, ideales para tener un kick sanito de proteína en la mañana, o a cualquier hora. La de huevo florentino lleva espinaca a la crema, champiñones, y bechamel. La otra paila, es el huevo de la casa: choclo a la crema, tomates asados, papas salteadas y un huevo pochado, suave como la seda.
Las ensaladas son Loreto y Cousiño, no escatiman en proteína (me cargan las ensaladas que son solo una miserable cama de lechuga); además son gigantes, como para quedar super bien.
Inevitablemente recuerdo esta imagen acerca de las ensaladas grandes, y tengo mi segundo momento nerd del día (Si también creciste con Seinfeld -seas quien seas-, te estimo un poquitito más que a los otros)
Pasamos a los fondos, donde se destaca la comida casera, bien de día invernal. Muy rico el charquicán con huevo pochado y carne desmechada, la cual le dio el toque extra.
Lo mismo para el pastel de papas.
Yum.
El spaghetti, cremoso y suave, acompañado de glorioso tocino. La gente que añade tocino a las cosas es simplemente gente que sabe cómo vivir. También había zapallito relleno, pero admito que no lo alcancé a probar (sorry! Pero sí se veía muy rico)
Archívese esta foto como #Foodporn, por favor.
Lo que nos pareció más delicioso fueron las lentejas, acompañadas glorioso chorizo, ese con gusto a verdadero chorizo, que me transportó a la infancia; además, servidas en un caldo con gusto a ídem. No pudimos dejar de cucharearlo.
Finalmente -con el estanque 3/4 lleno- llegan los postres, donde se puede notar la experiencia en repostería, pues son deliciosos. Todos ellos. La torta de hojas con manjar, muy correcta, el suspiro limeño con muchísimo gusto a canela (como nos gusta más), las galletitas, suaves.
Nos sirven también un brownie tibio, que si bien no me mató, viene con un helado exquisito. Destaco la heladería de Dolce&Salato, con sabores clásicos, y otros más atípicos como mascarpone y berries, y chicha morada.
El Nenuco se enamoró perdidamente de un postre en capas de chocolate y toffee, que en verdad estaba buenísimo.
Y ojo en esta época, que tienen chocolate caliente con marshmallows, que cuando mejor se disfruta es en una tarde lluviosa pre-5:00 PM, durante un momento de ennui.
Pero alto a las prensas.
Como residente experta en cheesecakes, ha llegado mi momento de juzgar al local por aquel postre que más importa en la vida: olviden todo lo que dije en esta nota. La nota fue solo una excusa para hablar de este glorioso cheesecake. Yo estaba lista para probar algo dentro de los estándares, pero NO. Este cheesecake se desmarcó de cualquier otro que haya probado, no solo por ser rico, si no porque es muy diferente. Diferente en buena, sí. Suave, blando, buen sabor y con un crust increíble, completamente distinto a cualquier otro. Este cheesecake me llevó al cielo y solo quiero volver al local. Y es probable que lo haga solo por ti, cheesecake. Te quiero.
…En conclusión, es un local ideal para un día nublado, lluvioso, cuando uno solo quiere #ComíaRica para un pick-me-up, cuando los ánimos lo piden. Un rico y cozy ambiente íntimo (donde mi anterior cámara no me hubiera apañado, pero ésta sí. Un hurra por mi cámara semi-nueva)
Dónde: Dolce&Salato, Eliodoro Yañez 2820, Providencia (frente a plaza Las Lilas)
La Nenuca Con Tenedor 