Consideren esta nota como mis páginas sociales. Amo las sociales, conozco más gente por eventos que por circunstancias de la vida real, porque soy una asocial de porquería, pero me encanta venir a estos convites, y pretender por un rato que no es tema para mí hacer small talk y conversar de cosas onda normales.
Esta fue nuestra experiencia en Artes & Sabores, Casas de lo Matta.
Advertencia: debido a la iluminación y mi cámara semi, la mayoría de las fotos parecen tomadas como dentro de un acuario en medio de la Blondie; pero es un acuario de cosas ricas, al menos.

Como así
Artes & Sabores es una serie de experiencias donde se mezclan exhibiciones de jóvenes artistas chilenos, junto a las mejores marcas de comida y bebida, para dar en este caso un buen puntapié a la temporada rooftop, en un espacio verde y primaveral, una verdadera terraza expandida, donde disfrutar de ambas vetas. A mí, como food blogger y diseñadora, me tira tanto lo artístico como lo gastronómico, así que el evento fue ideal.
Dentro del marco de una exhibición dedicada a la vida y obra del surrealista Salvador Dalí, encontramos a expositores como Isabel Alcalde, mueblista sustentable (visítenla aquí), Francisa Castillo, Elena Hohlberg, Luz María Hurtado y la ilustradora Alejandra Reitze (instagram).
¿Es usted un artista emergente? Puede estar atento al siguiente evento en la web de Artes & Sabores.
Entramos, y nos ofrecen una Hoegaarden, afamada cerveza belga. Correcta, agradable. Empezamos bien. Nos adentramos en la exhibición, a ver qué nos deparaba la noche. Nos rodean marcas como Ballantine’s, Epica, La Fête, Alto del Carmen, Ramazzoti, Sensus, Adagio y Lucaffé, y se ve prometedor.
No voy a mentir y decir que no me fui directamente cual abeja, al stand de La Fête. El chocolate es la guía espiritual de mi vida. Corten mis venas y verán que corre salsa de chocolate. Si Trump estuviera hecho de chocolate, el mundo y yo lo aguantaríamos bastante más, a medida que le pegamos mordiscos en cada aparición pública. Amo el chocolate.
Y La Fête estuvo presente con un amplio muestrario de tabletas de todo el mundo, desde Uganda a Ecuador, de blanco al bitter más oscuro, casi casi 100% cacao. Además tenían simpáticas cajitas con bombones de maní y blanco naranja. Mis favoritos. O sea, todos los bombones son ‘mis favoritos’, pero al menos ninguno tenía por ejemplo trozos de fruta, o derechamante pasas. Nada iba a arruinar nuestra experiencia.
Cerca, una enorme bandeja de ostras con sal de mar y limón, nos saludaba coqueta, cortesía de Despegar.com y el hotel Isla Seca, en Zapallar (visita que tengo ultra pendiente).
Nunca pierdo la oportunidad de realizar alguna actividad típica sibarita, como degustar de ostras frescas directo de la conchita; al mismo tiempo, lamenté que los mariscos no me matan, en serio que no (igual probé, pese a mi disgusto por el aftertaste yodado. Hay que vivir)
Junto a ésta, el stand de Las Parcelas de Valdivia, un nuevo queso mantecoso de Watt’s, presentado en láminas y trozos. El queso servido con trocitos de dulce de membrillo fue un acierto.
Las chicas de Vitacura Joven nos regalaron galletas y alfajores, y ofrecieron dulces. Y las amo por eso.
Las menciono porque fueron mega amables, onda todo el rato regalándonos cosas ricas, y eso siempre va a merecer mención en mi libro.
Las amito, chicas.
Destaco a la gente de Rustika, agua de vertiente de Vichuquén, super sustentable; recolectada con 40 watt de energía, contiene proteínas, y su pH es de 7,5 ( o sea, cercano al nuestro, por si ustedes, como yo, no ponían atención en clase de biología). El envase tetra pak es reciclable, y un 5% de las ganancias del agua es aportada a Reforestemos Patagonia. Ah, y sabía bien. Natural, fresquita. Como verdadera agua mineral.
En Adagio tomamos té helado de mango e hibisco con un poquito de pisco («malicia»), y un té de frutos rojos bastante bueno. Y en el stand de Epica Wines (el nuevo vino millenial de Viña San Pedro), jugamos a la ruleta. El Nenuco tiró y perdió de inmediato. Y no les miento, la chica nos dice ‘tira de nuevo’. Insisto, nada pero nada iba a arruinar la velada. Raya para la suma, ganamos semillas y un set de posavasos, que subí a los stories de Instagram. ¿Que no me siguen en Insta? ¿Por qué no? ¿Qué hacen con sus vidas que pueda ser más interesante? Síganme, porque subo ene cosas más.
Junto al té, estaba el café, obviamente. Pero Lucaffé trajo algo distinto. el bartender y mixólogo Nicolás Lagos creó mezclas propias usando shots de café concentrado. Uno para el Nenuco, con whisky, goma, menta y hielo -similar a un mint julep, trago super en boga-, y uno para mí, con vodka, goma, leche de coco y hielo. Elegí el que llevaba vodka, porque es un alcohol que tolero, y admitámoslo, no deja ‘secuelas’.

Me gustó la ‘flor’ de menta en la presentación.
Déjenme detenerme un poco en la pizzeria Gandolini. Unos chicos animosos, de familia italiana, que crecieron con todos los otros nietos, cocinando todos con su abuela, aprendiendo desde chicos las recetas. Como esta pizza a la piedra que preparaban a la velocidad de la luz, con ingredientes traídos desde Italia (como la harina y el queso di bufala) además de vegetales cosechados por ellos mismos. Entre natural y originario. Un verdadero deleite, pese a la complejidad de obtener un buen trozo (es que bajón, y todos querían probar; el olor era tentador)
Por ahora solo hacen eventos, pero se viene local pronto. Síganlos en Instagram y estén atenti!
Alto a las prensas: yo no bebo.
Lo he mencionado un montón de veces: no tomo, porque me desagrada el sabor del alcohol y siempre lo termino sintiendo. Es re-difícil hacerme un trago que tape ese sabor expertamente. Tal vez un grasshopper o un pink lady lleno de crema y azúcar, que igual me dura toda la noche. Hasta que conocí a Ramazzoti, y su aperitivo Rosato.
Alto a las prensas de nuevo: Rosato, te amo.
Me entregaron un cocktail con bitter Ramazzoti Aperitivo Rosato y espumante, con toques de flor de azahar e hibisco, ultra super primaveral, y lo mejor de todo: rosadito. El color más amigable ever para la Nenuca. Lo probé y fue como…dulce, suave, fresco, ni una pista de sabor alcohólico. Y lo más raro de la vida: lo terminé cuasi-completo, y en un ratito, en vez de tenerlo en la mano por mil horas hasta que el hielo ya hubiera hecho de las suyas, solo para decir ‘miren, tengo un trago en la mano; soy casi normal’. Encontré mi bebestible predilecto y fui muy feliz. Espero topármelo mucho más seguido.
Les dejo además un video con la onda vivida esa noche. Espero no se rían de mi edición: