Frutillar I: picá y kuchen

Por dónde más empezar este especial de Frutillar, que por el principio. Nuestro primer viaje Nenuco partió con un retraso leve en la línea lowcost JetSmart, que nos salvó la life con sus boletos super bajos a Puerto Montt y sus sobrecargos y staff ultra amorosos, no me importa nada vieja. Me gustó harto y toy filí.

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Como conté en las stories de Insta, hace mil siglos que no volaba a ningún lado, y menos dentro de Chile, así que el aeropuerto está full cambiado para mí, qué onda, adentro ahora es como un mall poco menos. Me acordaba de que había Duty Free, cafeterías y algunas tiendas de souvenirs fomes tras pasar policía internacional; del nacional, recordaba poco y nada. Hoy, al pasar el control nacional hay onda Starbucks, McDonald’s, La Fête, tienda de M&M, Body Shop y qué pasa exactamente con las tiendas de Britt que antes eran como un kiosko, ahora tienen el monopolio de los aeropuertos. Es como una mafia de chocolates y granos de café. Filo, igual me compré un paquetito de piñas con chocolate…

El tema es que el vuelo anterior estaba con retraso, y yo onda temiendo lo peor porque soy una histérica de mierda que lee los comentarios malos en RRSS y se psicopatea sola: que íbamos a pasar horas de horas en el aeropuerto, que nuestra maleta no iba a llegar, que nos iban a cobrar hasta las mochilas (pese a que tomamos mil precauciones: las pesamos y medimos con precisión hospitalaria y como quinientas veces, aunque la diferencia fuera un tubo de lipstick); en fin, que mil cosas más que me hicieron sudar en las posaderas. Y no, po. Fue todo perfect y el vuelo se retrasó apenas media hora, no nos hicieron ni un drama, el vuelo como taza de leche, y nuestra maleta apareció de las primeras en el carrusel (tanto de ida, como de vuelta). Un siete.

Lafken Lamien

Hicimos check-in en el Hotel Frutillar (de ahí les voy contando qué tal, pero les adelanto que fue todo full amor, atención un siete, lo amamos muchito y como cabra chica pegote en cumpleaños ajeno, yo no me quería ir)

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Nuestro hotel. Como de cuento.

Pese a ser super tarde pa almorzar, teníamos de las hambres, así que filo. Partimos a una picá cerquita -o sea, todo en Frutillar está ‘cerca’, pero éste estaba a media cuadra- y yo ya lo tenía entre ceja y ceja.

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Se trata de Lafken Lamien, una cocinería con comida re-casera, que ofrece una cierta cantidad de platos opcionales cada día, todo hecho a la minuta. Pedimos el costillar al horno (y a lo pobre, omg) y un asao alemán con papas fritas.

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El costillar: ricooooo. Se notaba asadito a las brasas, por su sabor ahumado.

El asado alemán: estaba bien weno, también. Era de cerdo, sosí. Estoy acostumbrada al molido de muuuuú, pero supongo que el cerdo es más «alemán» y más apropiado.

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Todo fresco y todo grande, onda estoy hablando de una montaña métrica de papas fritas, que ni me pude terminar. Lo más notable fue el costillar, de todos modos. Estaba tan bueno, que el Nenuco que llegó mañoso, sin hambre y con jaqueca igual se lo comió todo. Blandito, sabroso, jugoso, con costrita por fuera. Uf.

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Nos pusieron vasos para bebidas. No nos ofrecieron bebidas. Bienvenidos al sur, donde todo tiene sus propias reglas, jaja. Pero el costillar valió cualquier pena.

 

Dónde: Lafken Lamien, San Martin 84, Frutillar Bajo
Precio: Total para dos con ensalada, pancito y pebre $13.000
OJO, y esto es super importante: lleve todo el cash y molido que pueda, porque es raro pillar un local con RedCompra (!!)

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Nuestra primera tarde en Frutillar fue algo lluviosa, pero bella. Ok, fue suuuuper lluviosa, pero onda chubascos. Abre paraguas, cierra paraguas, se vuela el paraguas, ahora hay sol, ¿ahora llueve con sol? Se despejó. Se nubló. Más lluvia. Con el pasar de los días, nos terminamos acostumbrando y simplemente optamos por vestirnos por capas. Los locales ni siquiera llevan paraguas ya. Buena forma de cachar quién es turista (nosotros)

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Ya. Se van a tener que aguantar no más el diaporama con fotos de viaje típicas, antes de hablarles de comida. Y sí, son caleta.

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Bandurrias. Estas preciosas aves picudas están por todos lados, fueron como nuestras amigas del viaje, hasta me traje un imán de bandurria pal refri (y uno de una lámina de frutilla en un tronquito, una frutilla a crochet y un tiny gorrito de lana; mi refri es hoy más feliz)

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Tengo como mil fotos de flores. Obvio que las voy a postear en mi blog, porque no hay dónde más latearlos con esto.

 

Este local que se llama O’Clock, estaba junto al hotel y tiene un cucú gigante con una fuente de agua de manantial. Quisimos ir en algún punto, pero simplemente no alcanzamos. Oh well. Espero no haberme perdido algo muy güeno, no más.

 

Akitas. Vimos con enorme privilegio cómo los sacaban a pasear a estos bbs, onda pude compartir un espacio terrenal con estos dos angelitos. Hay ene perros en Frutillar, y fui feliz cada vez que pude jugar con uno, y triste cada vez que veía uno abandonadito. Terminé comprándoles comida en el negocito cerca del hotel. My heart 😦

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Les juro por mi santa madre que este gato estaba todo el día, todos los días en ese mismo lugar, haciendo lo mismo: lavándose y mirándonos con una mezcla entre odio profundo y desinterés. Obvio que lo amé. Tengo una relación casi abusiva con los mininos, a más me traten con desdén, más los quiero cerca.

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Kuchenladen

De acuerdo a mi programa (porque programé hasta el minuto más mínimo, hasta la cantidad de veces que íbamos a respirar, a comer, a ir al baño: soy adicta a hacer listas) teníamos que probar el se supone mejor kuchen de Frutillar: la Tante Lilian. Fuimos y estaba super abierto, y super no había nadie. Y super full confiados ellos, que dejaron todo a la mano y no había nadie, y nosotros esperanding como 10 minutos y no pasó nada, así que nos fuimos -de ahí cachamos que había que tocar la campana del patio, y la Tante salía de su casa o se apersonaba alguien más para vender; pero hay que decir, el nivel de confianza acá me impresionó un montón.

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Así que ese primer día volvimos a la costanera, a comer en Kuchenladen, un local piola, pero con gran variedad de tortas y por supuesto el pastel fetiche de la región: el hermoso kuchen. Pedimos uno de manzana murta y uno de mora. El de manzana era el tradicional con la crema pastelera encima, un poco quemadita, cosa que se forma una costrita bien rica por los extremos. El Nenuco me dijo que éste es el típico que recordaba de cuando él visitó de más chico, y que para nada había visto en ese entonces uno como el de mora, que era kuchen de miga. Esto es el mejor hallazgo del género kuchenístico: le ponen unas migas como de galleta de azúcar por encima y es crocante y suave, y dulce y delicioso, y me dio hambre en mala.

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Si bien el local no nos mató, la atención fue cordial aunque bien informal, y los trozos eran bastante grandes. Solo me desagradó un poco que el crust de abajo era más bien tipo queque esponjoso que de kuchen más tradicional, así que eso fue medio matapasiones. Decidimos en algún punto darle una segunda oportunidad a la Tante Lilian, a ver si caía un mejor kuchen por ahí.

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Dónde: Kuchenladen, Av. Philippi 1155, Frutillar

Para cerrar este día

Un shoutout a este juguito que pillamos en el almacén frente al hotel. Tamm, exclusivos de la VI región; naturales, 100% fruta, provenientes de productores frutícolas quienes cultivan y seleccionan la materia prima. Si los ven, compren el de manzana-kiwi, es masiao rico.

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¡Nos vemos la próxima semana en la segunda parte! Junten hambre.

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