Desde que llevo en Santiago junto al Nenuco, prácticamente no habíamos pasado navidad en Viña, en lo de mis padres (a lo más, su año nuevo loquillo, por ahí) Así que este año tocó partir con camas y petacas a pasar la fiesta más relevante del calendario, junto al mar.
No sé cómo comentar esto, pero mi mamá ama navidad y ama aún más decorar para navidad, es como full distorsión del espacio temporal, y hasta de la temperatura ambiente; y más que explicarles, vean la imagen. Porque habla más que mil palabras, trust me.

Siempre tiene que haber un Gato de Pascua. No trae regalos, solo pide comida. Larga vida al Gato de Pascua.
Vistazo al árbol. Cachen que teníamos uno más chico, pero mi mamá necesitaba más espacio para adornos, así que COMPRÓ OTRO MÁS GRANDE. Hay que full reorganizar el plano del departamento para que el arbolazo quepa en el living.
Este adorno lo elegí yo hace años porque es igual a la Cruz de Coronado en Indiana Jones. Y al igual que mis recuerdos de cabrashica, pertenece a un museo.
Juro por mi awela que esta aldea tiene una casa nueva cada año, no sé:
Hasta los gatos tienen botas. El Gato de Pascua no se puede sentir dejado de lado, porque así como es dadivoso con una pata, con la otra quita bendiciones. O sea, imagínate a esta bestia molesta. No quieres que eso pase.
La mesa, digna de la revista Cosas especial navidad 1997. Y por eso la amo, porque full infancia. El Nenuco adora la navidad en esta casa, porque es tradicional, onda todo rojo, verde dorado y no la onda streamlined moderna blanca fashion tipo decoración del Alto.
La cena
Cóctel de camarones con palta y palmitos. Había una cama de lechuga debajo, pero opté por ignorar ese insulto a la decencia…
El fondo navideño, por siempre y para siempre: pavo al horno jugoso, producto de una combinación de inyecciones letales de jugo de naranja y Chivas, acompañado de papas duquesas (que no falten jamás) y en este caso, champiñones. Sé que no es nada novedoso para una food blogger con gusto y que es como de básica infeliz, pero yo necesito este plato una vez al año, por repetido que parezca. Los años en que no he comido por equisdé razón, me pongo de muy mal humor. El Nenuco es testigo. Soy capaz de ningunear una corona de cordero con arroz salvaje y reducción de berries, porque viene a tratar de reemplazar mi pavo con papitas duquesas. No haga ni tal.
Postre de berries con merengue y mousse de limón, porque estamos en Chile y acá hay calurosa navidad. Va siendo hora de que asumamos ese hecho fehaciente de que acá no necesitamos lo calórico, si no lo fresquito.
Cuéntenme sus navidades. ¿Qué comen, qué tradiciones tienen, se matan adornando? ¿Murieron de calor?
Como corresponde, cerraré con esto: