4 meses lleva funcionando este hotel en y como parte de Machalí.
60 habitaciones tiene, en 3100 metros cuadrados construidos.
120 personas acomoda su restaurant.
5 buenas razones para volver.
Esto es lo que nos deparó nuestra visita a Hotel Piedra Verde.
Partimos un sábado temprano hacia Rancagua; un transporte más tarde, llegamos a Machalí; nunca había estado acá, y Machalí me da Olmué-vibes, pero en bonito, y con una tremenda tranquilidad. Una mezcla perfecta de campo y ciudad. Pese a estar localizado frente a un sector residencial, al cruzar el portón de entrada de Piedra Verde, te olvidas de todo. Quedas aislado del mundanal ruido y solo hay naturaleza, pajaritos y toda la cosa bucólica que te puede ofrecer el countryside chilensis. Y debo decir que ya me encanta.
De la habitación…
Entramos en breve a nuestra habitación (que se abre con moderna tarjeta, y es lo fácil de usar) Es bellísima, con cama King impolutamente blanca, mobiliario para trabajar o descansar, smart TV con cable, wi-fi, incluso una pequeña terraza. Nos servimos nuestra mineral de bienvenida, y disfrutamos de la inmensa tranquilidad campestre.
¿Podemos hablar del baño? Porfa, véanlo. Declaro aquí y ahora: este baño es mejor que mi departamento. Me quiero ir a vivir a este baño.
Se separa de la habitación por medio de puertas de vidrio empavonados, causando gran armonía con el resto de la habitación, además de distribuir bien el espacio. Las instalaciones son modernas, y el tema de la sustentabilidad va surgiendo de a poco en sus detalles. Por ejemplo, hay una nota que explica que si se permanece varios días, se puede indicar si de verdad se requiere lavado de toallas, o no. Así se reduce el impacto ambiental durante la estadía.
¿…Se nota que me gustó demasiado el baño? le tomé mil fotos y hasta le hice un live en Instagram. Estoy mal, lo sé.
Del lunch…
Pero vamos a lo que me corresponde como food blogger: la #ComíaRica.
Almorzamos en Las Higueras, el propio restaurant del hotel. La propuesta consiste en integrar la cocina del sector, donde la preferencia son carnes y pastas, preparados todos frescos, con ingredientes de producción local. Todo ello, con un toque gourmet.
Para el picoteo, nos reciben con un pan riquísimo, un increíble pebre picantito y mantequilla a las hierbas. Vamos bien. Vamos super bien.
Pedimos limonadas con menta y naranja, esto último, cosa poco vista en Santiago pese a que parece ser una idea lógica. Llegan a la mesa, espumosas y ricas. De las mejores que hemos probado. La menta se nota es real, fresca, fuerte, orgánica y bien aplicada. El resultado es refrescante, más que dulce. Super equilibrada, como los altos vasos en los que viene servida.
De entrada, pedimos unas bruschettas ($6.000 las 6 unidades); de los dioses. Con base de mostaza, y toppings de camaroncitos al pil-pil, y de champiñón con jamón serrano, que como está salteado, sabe atocinado. Muy rica combinación.
Pedimos además un tártaro campestre ($7.500), que admito solo está correcto. Pero tiene buena consistencia (ojo, la carne está trozada y no molida) y su presentación no merece menos que un siete. Combinándolo todo más la palta fresca y las tostadas, queda bastante sabroso.
De fondo, me atreví con el lomo arriero Valle de Machalí ($10.700), una audacia que premió mi osadía con una fuerte costra de queso, tomate y longanizas, sobre una cama de papas chauchas (papas fritas en rodajas) Delicioso, una bomba. Como para pasar directamente a la piscina a dedicarse nada más que digerir mientras se piensa en la mortalidad del cangrejo. La longaniza, ideal; bien campechana. Podría tener más ajo, pero estaba exquisito, con el lomo al punto pedido.
El Nenuco pidió el entrecot rústico ($14.000), 300 gramos de deliciosidad, con salsa de tres pimientas y cebolla caramelizada. Ideal mezcla para probar la mano del chef íntegramente.
Por un lado, tiene pimientas -enteras, ojo!- que al morderlas inundan de sabor la salsa; por otro lado, la cebolla caramelizada, que le da un contraste dulce. Tiene varias dimensiones, según se va comiendo.
Y admiremos por favor la torre rejilla de papas.
Como postre, pedí el panqueque Piedra Verde ($4.100), ya que es la especialidad. La crepa viene rellena de manzanas, nueces, almendras y pera, con canela y azúcar rubias, además de salsa y helado de acompañamiento. Rico, fresquito, no demasiado dulce; no es una bomba de azúcar, si no que es equilibrado y bastante agradable. Se mezcla bien con el helado, y me está cayendo bastante bien este chef. A veces, solo a veces, soy una Nenuca que quiere cuidar la línea. Curva, pero la línea al fin y al cabo.
El Nenuco en cambio pidió la trilogía chilena ($4.300), para probar así todo el sabor local. Se supone el postre debía traer castañas en almíbar, leche asada y peras al vino tinto. Pero por un tema de distribución, el chef tuvo que crear un postre para reemplazar a este último. Y nos traen un dulce de quinoa con manjar y cascaritas de naranja.
Interesante propuesta; sabemos que la quinoa tiene un sabor bastante fuerte, pero se ve suavizada por la salsa de manjar, la cual a su vez se ve contrastada por el amargor de las cascaritas de naranja. Dulce y amargo, y si bien me daba un poco de miedito probar, funciona. Y deja contentos a ambos nenucos: a él, que no le gusta el manjar, y a mí, que no me gusta la cáscara de la naranja. Resultó una buena forma de probar la imaginación del chef, pues no me cabe duda que él inventó el postre. Y terminó siendo la estrella de la bandeja.
Ojo, hay una estación para armarse una infusión y cerrar con broche de oro la experiencia. Tienen menta (la misma menta fuerte de las limonadas), cascaritas de limón y naranja, además de jengibre, azúcar, endulzantes. Ideal.
La atención es personalizada, amable, atenta, con disposición a sugerir siempre lo mejor y las especialidades del chef. Les comento que todo el staff del restaurant y el hotel son de la zona, lo cual es parte de la integración no invasiva del hotel en el área. Así que las recomendaciones vienen de cerca, y con conocimiento de causa. Escúchelos, no sea leso.
Del descanso…
Después de almuerzo fuimos al deck, directo a piscinear. Sorry, no hay fotos, pero subí stories al Insta. La piscina es piola y tiene chorros jet tipo jacuzzi que masajean la espaldita. El deck de madera WPC mantiene el calorcito y no te full congelas al salir del agua.

Foto cortesía Hotel Piedra Verde, ya que yo aparentemente estaba tan enfocada en piscinear, que olvidé tomar mis propias fotos…
De la cena…
Tras un breve tour que atacaré más adelante y un descanso en la habitación, ya era hora de cenar. El restaurant figura con montones de lámparas de techo prendidas, dándole tremendo ambiente. Las ampolletas (y todas las del hotel) son LED, que conservan más energía. Otro detalle eco-friendly.
Comenzamos con un antipasto ($4.500) Linda presentación, con dos tipos de quesos, siendo uno de ellos de cabra; pero nada de seco y super suave. Traía además una generosa porción de jamón serrano y salame, además por supuesto de un mix de vegetales cocidos: zapallito, berenjena, zanahoria, pimentón, tomates. Se sirve frío, y la porción es abundante, como para dos personas por lo menos.
Los vegetales son harto agradables, considerando que no soy veggies’ N°1 fan.
También pedimos la sopa del día, que en este caso era crema de zapallo ($3.500) Okey. No sé qué onda esa crema de zapallo, pero estaba absurdamente deliciosa. Incluso no sabía al típico zapallo, y encima traía queso, vamos. Demasiado adictiva, en serio; se me acabó y no supe qué hacer con mi vida.
[[Aviso que nos repetimos las limonadas, porque así de bien estaban.]]
De fondo, el Nenuco pidió el salmón con picante de camarón ($12.800); suave, bien preparado. Buena guarnición de cebolla, tomates y champiñones. Honestamente, de los mejores salmones que he probado. Solo que ¿de qué va lo de picante? No sentimos nada de picor. De verdad, exquisito. Solo que no picante, al menos no para nuestro gusto.
Yo pedí el filete Piedra Verde ($13.200), medallones de res con salsa bernesa, acompañado de puré de zapallo y ragú de champiñones. El filete, delicioso, blando, bien sellado. Jugoso. Nada que decir. Pero mi favorito del plato fue el glorioso zapallo, que parece ser el mismo de la crema, porque estaba exquisito, y se mezclaba muy bien con los champiñones.
De postre, pedimos una copa de helado ($3.800) para sellar el calor estival, y otra gran estrella de la velada. La trilogía internacional ($3.800), para variar la mano.
Ésta consistía en panacotta de chocolate blanco (muy deliciosa, suave, no tan pesada, gracias en parte al coulis de frutilla que la coronaba); tal vez un poco muy dulce en mi opinión, pero el Nenuco difiere.
Venía además un vaso con café irlandés: literalmente un café calientito con un toque de licor y crema, con una pequeña bombilla. Adorable. Al nenuco -amante del café de especialidad- le fascinó. Para mí fue muy fuerte, sin embargo (pero aclaro no soy amante del café!)
Venía además un Manjarate casero, suave, de textura más líquida que el comercial, y bastante rico.
Más que satisfechos, nos retiramos a la habitación, donde pillamos repeticiones de El Prisionero en el canal Europeo (((véanla, 100% recomendada si no la conocían))), y pasamos una tranquila noche, donde dormimos como lirón de vacaciones.
Del desayuno…
Nos levantamos temprano, pues el desayuno buffet se sirve de 7 a 10 AM, y a antes llegues, pues más variedad disfrutas.
Les cuento:
Para beber había té o café, además de yogurt, leche, agua y jugos. Incluso cereales (saco mi lado infantil con un bowl de Chocapic con yogurt. No me juzguen, y yo no los juzgaré tampoco)
También había barritas de cereal, ideales para el camino o las excursiones del día.
En cuanto a bollería, había varias opciones; el mismo delicioso pan de las comidas, pan blanco, pan integral. Se podía comer natural, tostar in situ o incluso hacer prensaditos en la plancha que tenían a disposición.
Éste se podía acompañar de mantequilla, mermeladas, miel natural o clásica charcutería…
…o de maravillosos huevos revueltos, con o sin jamón. Obvio que saqué con.
Además había opciones dulces, desde fruta fresca, a alfajores de maicena rellenos de manjar, croissants rellenos de mermelada, pie de limón, etc.
Y sí, saqué de todo. No regrets.

Saqué de éste también. No me juzguen, ni me lo terminé. Ya estaba llenita.
Del hotel…
Antes de irnos, hicimos un pequeño recorrido con el gerente, para aprender un poco más de la propuesta. Arquitectónicamente, el estilo mezcla industrial con campestre, conviviendo la cercanía al pueblo minero de Sewell, con lo propio natural de la zona.
El respeto por lo local y el reciclaje fueron parte de la concepción del edificio principal, pues se integró una casa antigua que existía en el sitio, conservando sus vigas de madera expuestas.
Apreciables principalmente entre el bar y el lounge, se pueden ver muchos acentos en cobre, para retrotraer al aspecto minero.
Además se reciclaron botellas y topes de madera de la industria vitivinícola, dándole una segunda dimensión correspondiente al Alto del Cachapoal.
Respecto a la sustentabilidad, el hotel está lleno de aspectos y detalles que reducen el impacto. Desde el lavado de toallas, a la tarjeta de la habitación, que si se saca de su receptáculo, corta el suministro de energía durante la ausencia de los pasajeros.
También se considera el uso de productos de proveedores locales; el agua de riego proviene del canal que pasa junto al hotel, el reciclaje es clave en los quehaceres diarios y las infraestructuras. Pronto se podrá comprar objetos de los artesanos de la cercana Coya, al mismo precio en que ellos lo venden, para un comercio justo. Y la gente del staff, como mencioné, es 100% local.
A futuro se podrán realizar cabalgatas y plantar cada pasajero su propio árbol. Cada uno debe poner su granito de arena en nuestra huella ambiental.
Niños, este hotel es hermoso, tranquilo, moderno, eco-friendly. Ambientación bien pensada, lindas habitaciones. Ambiente tal que te relajas. Te sientas y ya te sientes descansando. Un gran logro para cualquier hotel. Y el restaurant tiene tremenda onda.
Nos vamos llenitos de buena comida y ambiente a raudales.
…Y filo, ya queremos volver en agosto, para el cumple del Nenuco, y para aprovechar el pack de fin de semana, que incluye un tour a Sewell (que no se puede hacer así como así, tiene que ser a través de la fundación y el hotel en este caso se encarga del contacto); su valor consiste en unos $80.000 por persona, lo cual incluye estadía por una noche, almuerzo y cena definido por el chef, además del desayuno buffet.
Revisen la web para más detalles y ver reservas. Lo super vale, quedamos enamorados.
Dónde: Hotel Piedra Verde, Las Higueras 119, Machalí.