Parto esta nota con la foto de un conejito blanco.
Lo pongo para que no se me enojen, porque si bien el local es piola y nos gustó suficiente…no es pa matarse. Y no entiendo 100% los llenos que tiene todos los findes. Me explico: me gustó porque no me disgustó,…pero puede que esté sobrevalorado? Y sé que algunos me van a apoyar, pero dirán ‘ah, fome cu–, ¿pa qué hací la nota entonces, si se supone que recomendai cosas bacanes?’ y otros van a estar en desacuerdo porque amaron el local y van a querer quemar mi blog porque el local es la raja, pues así lo dicen los expertos y qué me creo yo para contradecir a los expertos: para todos ustedes es que dedico este conejito.
Se llama Gandalf.

HAZTE FAMOSO, GANDALF
Aclaro que el local no es pa ná malo, de hecho es bien conveniente para un leve chancheo, porque se puede pedir varios tipos de pizza. Aclaro también que tengo super presente que la pizza argentina es así, que es más simple, de media masa, y queso hasta los bordes, sin gran variedad de ingredientes. Lo que pasa es que lo veíamos siempre tan lleno, que nos hicimos tremendas expectativas.
Pero es el local dominguero, lo que se come en familia, a la pasadita, para un bajoncillo por ahí, pizza argentina tal cual: ir a comer masa tapada de queso con algunas combinaciones interesantes.
Lo bacán es que se pueden pedir pizzas completas, o lo que recomiendo hacer si se viene a probar por primera vez: trozos sueltos. Los hacen de cualquiera de las variedades en el menú. La básica muzza vale $1.200 y de ahí las demás cuestan desde $1.500 el trozo. Igual conveniente.
El chef Juan manuel Pena Passaro -el «cheleno» detrás de Peumayén- decidió traer la da rial pizza argentina, que no es tanto como la italiana, si no más se acerca a lo que hacíamos acá antes de que aparecieran las cadenas y la pizza napoletana: masa gruesa, crocante, una verdadera piscina de queso. Los toppings, van desde lo más simple a las tradiciones argentinas más diversas.
Así tenemos la muzza, con queso, aceituna verde y chimichurri en la puntita (de hecho, otras pizzas también traen, pero en ningún caso lo sentí)
O la clásica napolitana que es la que uno de chico conocía como napolitana, con queso, tomate y aceitunas; bien onda la Pre-Pizza que hacía mi mamá los findes cuando le daba paja cocinar, pero con mejor masa, porque afrontémoslo… qué cresta era la pre-pizza, más que pecado mortal anti-cocina en un envase circular. Acá sí se come harto mejor que eso.
La morrón lleva un tremendo trozo de ídem sobre la muzza, toque que de hecho me gustó harto y lo haría en mi casa desde ahora. Igual es así de simple.
La fugazza queso le lleva cebolla -como el tradicional pancito-, y estaba bien decente. Esta primera ronda fue buena justamente para cachar los sabores más clásicos, pero nada como para escribir a casa (aunque sí para escribir acá, supongo, jaja)
Pero ojeli, esto no quita que había propuestas interesantes, por ejemplo la fainá, que es una masa hecha de garbanzos, y que se puede comer bien solita o sobre la muzza. Y es bien rica y baratita ($500 el slice, o $4.000 las 8 porciones); me gustó harto.
La otra cosa wena era la calabresa picante, la cual si bien no nos pareció nada picante (sorry, es que amamos el picantito y lo echamos de menos acá), el chorizo calabrés estaba de rechupete.
La otra chora era la roquefort con palmitos, la cual traía queso, palmitos y salsa golf, algo que en papel no debería ni pegar ni juntar, un poco como cuando te llega una invitación con dress code y dice algo como casual smart; es una combinación que nunca se me hubiera ocurrido, y estaba rica, pese a que suena rara. Al final, la pizza se trata de eso: combinar bien. Y fue un acierto.
Para tomar, obvio que una limonada ($2.200) Si ya saben que juzgo secretamente a los locales por la calidad de su limonada. Estaba solo correcta, pero grandecita.
El local es lindo, una onda bien porteña, que se ve por todos lados y se arma un ambiente simpático. Está bien para ir a tirar la talla o pasar una tardecita de Buenos Aires, que tienen un no sé qué, viste?
En conclusión, un poco lo que dije al principio: no entiendo mucho por qué se llena tanto, más que la conveniencia de los trozos y precios y el chancheo de queso. Pero La Argentina es tradición pura, más que placer gourmet; es lo que buscaría Anthony Bourdain, si anduviera por estos derroteros. No me enojo, porque al final no es más que lo que promete.
Recordemos a Gandalf:
Dónde: La Argentina, Av. Italia 989, Providencia
Precio: Unos $15.000 para dos personas