Sarita Colonia: cocina travesti 2.0

Definición: la cocina travesti

No, «cocina travesti» no significa lo que están pensando (el resultado de una maratón de RuPaul’s Drag Race en la cocina, o al menos esa fue la imagen que se me ocurrió a mí)

La cocina travesti del Sarita Colonia es vestir la cocina peruana, de la gastronomía de otros países que fueron una influencia en Perú a través de las migraciones, tomando prestado otros ingredientes y estilos. Es una forma de hacer fusión, pero con una picardía super propia del local. La misma Sarita Colonia, en quien se inspira el nombre y la imagen, migró de la sierra a la costa, y estuvo siempre muy vinculada con los travestis y los deposeídos. Para el pueblo, Sarita es una santa, y bien milagrosa.
Y así como vistoso es el origen del concepto, vistosos son el local y su carta, la cual se renovó pa esta nueva temporada. Es the same cocina travesti de siempre, pero 2.0

Con semejante intro, le tenía mucha fe y grandes expectativas a este local que visitamos por primera vez, para degustar todo lo nuevo de su flamante menú.

Para comenzar…

Nos reciben con pancitos saborizados, como tomate y betarraga. ¿Cuándo vamos a normalizar el pan de tomate, La Panadera style? Es demasiado exquisito. Sobre todo acompañado de la mantequilla de merkén y orégano que llega en seguida, y que junto con un bocado de gnocchi de betarraga con pulpo salteado, son una pequeña muestra de cielo, y de lo que está por venir a bendecir nuestros estómagos expectantes.

El viaje por esta pasarela de Perú y el mundo, comenzó con una causa de yuca frita con camarones en salsa acevichada. La causa, nada que decir. Es uno de mis platos peruanos preferidos, y estaba muy bien preparada, además de que tenía ese toque extra al estar frita en el asiático panko. Los camarones, gigantes y muy bien preparados.

Un plato que me llamó la atención (en buena, sípo) son los ajíes verdes rellenos de mariscos -calamar, camarón y choritos, picados finos, porque es de esas ideas que al ciudadano promedio chileno que pregunta si el pebre «está muy fuerte o no» puede parecerle intimidante, pero nada: el ají está blanqueado justamente para que no pique, y sea puro sabor. Viene con trocitos de palta (recomendadísimo mezclarlo en cada bocado, porque le da otra dimensión a los ajíes), y fue uno de mis grandes ganadores de la noche, si se me ocurriera hacer un Nenuca Awards edición Sarita Colonia, ponte tú.

Por otro lado, las papas chilotas a la huancaína son una muestra super perfecta de fusión entre Perú y en este caso Chile, con su variedad específica de papas, mezcladas con esta salsa tan exquisita de ají amarillo, con agregados de queso de cabra, huevo duro y cochayuyos crocantes. Puede parecer un poco raro, pero funciona, si bien no destaca tanto como mis otros platos favoritos de la velada.

La presentación, eso sí, un siete, 10 jumbitos, un premio al plato más instagrammeable, digno del feed de Gigi Hadid.

Presentaciones que te alinean los chakras de lo lindas.

Por último, un ceviche de chochas, que sorpresa, lleva ají rojo SUPER picante. Y de hecho descubro que el ceviche debe llevar siempre ají, y que es en Chile que se sirve suavizado. Es por eso que el ceviche se suele acompañar de camote, para suavizarlo un poco. En esta versión, el camote viene como un puré hiper fino.
Pica bastante, pero está tan exquisito, que vale la pena. Aguántese no más.

Para los fondos…

Probamos los gnocchi con filete sellado, salsa de seco y tomate cherry asados. Al Nenuco le encantaron los gnocchis, por blanditos y cremosos. Pero creo que el filete me hizo el plato. En realidad, todas las preparaciones cárnicas de la noche estuvieron excelentemente de rechupete, por inventarles un galardón digno de lo exquisitos que estaban.

El plato sorpresa para mí fue un increíble sobrecostillar glaseado con cremoso de mote y ají panka, por lo que tenía un dejo levemente picante que levanta los ánimos. Pero lo más genial es el tratamiento del mote. No es solo que estén pescando este grano para algo más que la tradicional bebida de verano (y que confieso es lo que más me gusta del mote con huesillos –por mí que no trajera huesillos), si no que le dieron un giro tipo mac & cheese gringo, que lo volvió ultra cuchareable y francamente adictivo.
Les super recomiendo este plato, creo que es tremendamente amigable, a la vez que atrevido.

Pero si seguimos con la idea de los Nenuca Awards, el gran premio de la noche equivalente al Oscar para la mejor película, es el pastel de choclo. No porque sea mi plato favorito de la comida chilena, y yo sea tendenciosa a lo que más me gusta a mí, si no porque en vez del tradicional pino criollo y la presa de pollo que para algunos es cuestionable porque como que no pega ni junta, esta maravilla trae LOMO SALTADO.
Cómo empiezo a explicarles esta maravilla, mis amigos. Es delicioso, y literalmente juntaron mi plato favorito de Chile con mi plato favorito de Perú, para crear un mega favorito todopoderoso, que va a arrasar esta temporada más que Avengers Endgame.

En el bar…

Como les adelanté la otra vez, la barra no se queda atrás en la nueva carta, presentando entretenidas propuestas con vueltas de tuerca a viejos clásicos, para seguir con el tema 2.0

Partimos con un Viejo Peruano (sepan que muchos platos y tragos de la carta se divierten con los nombres, parte de la esencia picarona del Sarita) que es un Old Fashioned, pero con huacatay, Monkey Shoulder, limón, bitter de naranja y angostura. La verdad bastante suave y anaranjado.

Pero mi favorito -incluso pa mí, que tomo alcohol como cada 84 años más o menos-, fue el Honey Love, un suave coctel que usa Jack Daniels Honey, syrup albahaca, limón y agua tónica. Es de super poca gradación alcohólica, y es como tomar una bebida gaseosa frutal, con un poquito de punch. Es de esos que te hacen confiarte y terminas tomándote como mil, pa terminar debajo de la mesa, pero valió la pena igual.

También probamos Tu Media Naranja, con gin, jugo de naranja, ginger beer casera -que es sin alcohol, pese al nombre- y un toque final de espuma de clara de huevo. Debido al gin, es más fuertecito, pero super frutal, fragante y levemente amargo. Al Nenuco le gustó ene, pero él ama las naranjas; considerar eso.

Otra novedad es Corazón Negro, nombre que toma del pisco Sagrado Corazón y el color final del trago. El pomelo le da una nota cítrica. Es más amargo, porque lleva también tónica. Me gustó bastante. Es darks, como el corazón de tu ex.

Y si son millennials y memeros como yo, obvio que en la carta les va a llamar la atención el Ayuwoki: craquelado de pera con merkén, apio, vodka de mango y Trakal, un destilado patagónico de frutas, bayas y aceite esencial de 7 hierbas.
Es extraño y con un gusto medio anisado. Toda una experiencia donde cada sorbo es diferente al anterior.

Para los no-acohólicos conductores designados que le dieron vacaciones al hígado, sus juguitos no se quedan atrás. Pedimos un La Sana, que es una limonada de pica con menta, jengibre y piña. Alimonada, con un reguste de piña que le da ese giro inesperado a la ya clásica limonada que se tomó nuestro país como rehén. Lo cual me encanta, porque amo la limonada y pretendo probar todas las variedades existentes.

También nos dimos el gusto de probar la chicha morada para ver qué tal se compara a otras, y fuera de leseo, creo que es la más rica que he probado. Es totalmente de la casa, y lleva en su preparación una tremenda mezcla de frutas. Suave, frutal, sabrosa, dulce en su medida justa.

¿Notaron algo en todas las fotos? El Sarita no usa bombillas, pues se unieron a este movimiento ecológico que me parece el descueve, y de verdad estoy en lo personal tratando de que cada vez se usen menos bombillas en locales (ojo, si conocen buenos datos de bombillas reutilizables para poder llevar la mía propia a cada local, avísenme!)

El cierre dulce…

Obvio que los postres son igualmente relevantes. Y según algunos (yo), son más relevantes incluso.

Probamos un Tres Leches preparado con Marley Coffee (cappuccino, de hecho), que estaba harto bien. Como no me gusta en realidad el café, temí por mi vida, pero la verdad el sabor del café es tremendamente suave y no convierte este tres leches en un tiramisú. Así que dénle no más. Como si fuera poco, viene coronado de trozos de merenguito.

Otro plato sorpresivo fue el budín de pan (tipo colegial), pero hecho con pan dulce King’s Hawaiian. Ustedes me han visto demasiadas veces hablar y hacer notas de King’s Hawaiian, saben cuánto amo este pancito blando, dulce y hawaiiano. Traía además helado, así que quedó un postre redondito y equilibrado.

Pero sin duda el favorito de todos fue el Princesa 2.0, la versión remasterizada del Princesa anterior: un cremoso e increíble mousse de maní cubierto de chocolate (como una versión muy amigable y blandita del Reese’s), sobre un blandísimo brownie caluguiento, acompañado de helado de chocolate. El chocolate es amarguito, y para qué explicarles lo adictiva que es la mezcla maní-chocolate.

…Lo demás

Respecto al local, sus tres pisos son tan espaciosos como la decoración es kitsch, y en cada rincón hay un souvenir, un recuerdo de viaje, de alguna construcción en ruinas, un acento decorativo, o un homenaje a algún viejo amigo, conservando a su vez el tono pícaro e irreverente de la carta misma.