Para los que quedaron huérfanos de Pan/Bar, el local de La Vinoteca donde el vino, la charcutería y los bollos de masa madre eran los protagonistas, hoy El Bodegón recogió esa misma batuta, y añadió una carta en torno a esto mismos rituales, con un toque mediterráneo-chileno.
La carta es acotada en cuanto a platos principales (siempre una buena señal), pero es tremendamente amplia en el ámbito tablas, tanto mixtas, como de cárnicos, o solamente quesos. Esto proviene de la amplia variedad de charcutería que se consigue en la misma tienda, que además son un formato muy apegado al vino y a la barra en general.
Notamos de hecho, que pedir tablas, quesos y tártaros para compartir junto a un cocktail o un tinto, son una opción popular.
Por lo mismo, decidimos comenzar con una Tabla Chilena ($9.900), la cual se puede pedir con hasta dos contornos, o acompañamientos. Amigos míos: nos llega una bandejita cárnica de pura bondad, con lonchas de jamón de campo, piernita de cerdo de cocción lenta en adictivos cubitos tipo pichanga; un buen mantecoso de Curacautín, queso de oveja Boladero, un increíble queso de cabra Pichasca. Pero lo más destacable fue ese glorioso arrollado de huaso, pordiós qué cosa más rica. Puedo asegurar -a mis recién cumplidos 37 años-, que nunca he probado y tal vez no pruebe un arrollado tan bueno. Tenía un ligero picor, y muchísimo sabor, cosa que no escaseó en toda la tabla.
Pero decir que fue lo más destacable, no minimiza al resto. Toda la selección es deliciosa.
De hecho, también disfruté ese queso de cabra. Amo el queso de cabra. Según yo, las nubes del Cielo son de queso de cabra. Y si lo son, específicamente es éste en particular: con su mezcla perfecta entre firme y suave. Lo acompañamos con mermelada de cebolla (nuestro contorno elegido), porque si no han comido queso con confitura, no han vivido nada. Hay que sentarse con un buen vino y una buena tabla charcutera a arreglar el mundo. Recomiendo para estos menesteres, guardar el pan de masa madre que llega a la mesa, hasta que venga la tabla. No se va a arrepentir.
De fondo, pedimos una Milanesa con arroz cremoso ($12.800) y un Paillard de res ($13.900)
Llega un plato francamente inmenso de milanga, con una montaña cubierta completamente de tomates confitados, mozzarella, prosciutto (y ojo, que acá los jamones son espectaculares, como dije), y sobre ella, una cama de rúcula y tomates cherry, junto un arroz cremoso que era como un rissotto de queso. Amo el rissotto, por lo que me pareció super.
Pero el Paillard es otra cosa. Ese filete era una obra maestra de blandura y delicia en su punto perfecto y sentí cosas al probarlo. Venía en una piscina de salsa bernaisse, con verduras grilladas blanditas que complementaban bien el plato, junto a las papas perfectamente doradas. Recomendadísimo.
Nos trajeron también para probar una nueva sal de mar al vino tinto. Interesante. Se puede comprar en la tienda, obviamente, tienda que también recomiendo visitar al final del periplo.
Pero mi corazón dulcero juzga a los locales por sus postres, en realidad.
El Nenuco -fan del crème brûlée en todas sus iteraciones- pidió la crema catalana ($3.800) Perfectamente quemadita, suave, fresca, deliciosa.
Pero nada hacía presagiar que mi elección, trufas de chocolate con sal rosada ($3.800) me haría querer salirme de mí misma y correr a gritar en el closet de alegría. Tapen las orejas de sus niños, porque grito fuerte. Es que es de los postres más ricos que he probado en toda mi vida, y por qué no, el mejor del año, aún sin llegar a diciembre.
Trufas perfectamente bitter y contundentes como un firme ganache cubiertas en un fino cacao, acompañadas de helado de chocolate también amargo, complementado con una exquisita salsa de tinto, que le dan equilibrio perfecto de dulce y ácido. Aunque no les guste el vino, les va a encantar esta salsa.
Un deleite. Merece dos fotos, en vez de una sola. Además que puntos extra por presentación.
Respecto al vino…
Sepan que es tremendamente conveniente, desde botella a copa: no solo no cobran el descorche, como son distribuidores, respetan los mismos precios de la tienda. Eso significa amplia carta de vinos, a precios bastante accesibles.
El Nenuco se tentó con un carménère de la viña Apaltagua, que le recomendé yo, porque como es tabacoso, pimentoso y maduro, no sé, me tincó perfecto para una buena carne roja. Suena como si yo supiera ene de vinos, pero son esas cosas que se pegan por osmosis, en verdad.
Yo preferí una limonada menta jengibre (porque juzgo las limonadas de todos los locales donde voy, ustedes ya lo saben), y estaba bastante dulce, pero venía en un tremendo decanter, así que me duró all night long.
Como cortesía del local (menciono nuevamente lo hospitalarios que han sido), nos ofrecieron un bajativo de Porto. Exquisito.
Por cierto que esta buena atención fue la tónica de toda la velada, y lo digo respecto a todo el staff del local. Todos un agrado, atentísimos, simpáticos. La atención es la mitad de la experiencia, sépanlo.
En general, es una cocina nacida desde el local anterior, donde se trabaja en torno al vino, con pequeños toques de él mismo en algunas preparaciones. Como tal, uno espera ciertas preparaciones tradicionales y muy de carne, pero dentro de ese margen la propuesta se mueve hacia el lado un poco más original, y sobre todo muy bien preparado. Volvería, sobre todo por esas tablas (y las trufas!)
Un detallito aparte: la cuchillería es Laguiole (reconózcalos por la abejita), una de las marcas más imitadas, pero jamás igualadas. En serio, entre la carne tierna y los cubiertos, jamás van a pelear cortando su comida. Lo hallo clave.
El local
Si bien tiene un salón bastante grande en la parte posterior, la terraza y el pasillo de entrada son los sectores más acogedores y charming del local, y recomiendo intentar conseguir una de esas mesas.
Por suerte, los puedo tentar con fotos oficiales cortesía del local, que son muuuuucho mejores que las mías.
La tienda
Pero sí tomé varias fotitos ricas de La Vinoteca, para que me entiendan bien qué quiero decir con su variedad de productos, sobre todo de charcutería y panadería.
Dónde: El Bodegón, La Vinoteca, Nueva Costanera 3955, Vitacura
Precio: unos $45.000-$50.000 lo mencionado, para dos personas