Geber Alchemist Bar: en el top 3 de Santiago

Geber Alchemist Bar + Club se estableció en pleno corazón de Borderío como un speakeasy temático inspirado en la alquimia, desde su ambiente hasta el último detalle de su carta.

El titular de esta nota fue un clickbait: no es el top 3. Es el top 1.
Y personalmente mi recomendado del semestre 100%, y les cuento por qué:

Desde su puerta escondida -y sorpresiva-, reminiscente de los speakeasy o bares clandestinos de Nueva York en los 20s, o tal vez de la cueva de Alí-Baba, uno ya sabe que está entrando a un local fuera de lo común. Pero mientras otros bares tipo clandestino se quedan con ese puro concepto, Geber Alchemista Bar desarrolla su propio tema mucho más allá.

Geber era un alquimista árabe, por lo que la ambientación está inspirada tanto en la onda oriental, -lleno de teselas, urnas y mobiliario que simula estar sentado sobre cojines-, como en el tema de la alquimia, con sus cañerías de cobre a la vista, clepsidras, balanzas y una barra provista de frasquitos y tubos de ensayo a la antigua usanza.

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Hablando de la carta…literalmente

Ya sentándonos, nos ofrecen la carta lejos más original que hemos visto: se trata de una cajita de madera con broche, ahumada. Esto es, al abrirla, sale verdadero humito, con un agradable aroma, que ya comienza a transportarte a otra onda, lejos del resto de Borderío.
No solo eso, la carta viene separada en un fichero con todo lo que ofrece la barra, y además de eso, vienen dos juegos de tarjetas tipo tarot mezclado con símbolos de la tabla periódica, con toda la oferta de autor: un set de cocteles, y uno de picoteos varios pensados para apoyar el bar, que es lo fuerte.
Y lo rico de estas tarjetas, es que se hacen de un espacio para describir cada preparación, con todos sus ingredientes, historia, etc. Odio cuando una carta trae apenas tres ingredientes principales, y sobre todo odio cuando hay que preguntar cada cosita de la carta, porque tengo la impresión de que cada vez que lo hago, en la mente del garzón pasé a ser ‘esa galla fregá preguntona’.
Y así como detallada es la carta, así de detallada es toda la experiencia.

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DSCF8179De la barra…

Comenzamos con un cóctel llamado Polaridad ($8.500), Johnnie Walker Black y Gold, mango, maracuyá, poción cítrica #3 + syrup experimental. Viene cual sorpresa, al interior de urna con hielo seco. Todo un proceso de descubrimiento.
Delicioso, cargado a lo frutal. Es de esos cocteles que si no me dicen que tiene alcohol, tardaría bastante en saberlo. De mis favoritos.

Ritmo ($8.500), por otro lado, tiene Tanqueray, pepino, cilantro, limón sutil, syrup de la casa, y la mayor gracia que he visto en un cóctel: cada cierta cantidad de segundos, hace «gorgoritos», logrando efectivamente, un ritmo. Es un trago alegre, con su mezcla de frescor del pepino, junto al limón, y luego las hierbas.

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El Montenegro ($7.500), Johnnie Walker Gold y Black, syrup de mandarina y cardamomo, un poco de bitter orange y lo más importante: una suerte de kombucha desarrollada a partir de un cold brew, o sea, un fermentado de café frío que toma 6 días de preparación; saben que no me gusta el café por su amargor, pero al ser preparado en frío, se resaltan los sabores más frutales del café, en vez del clásico amargor que provoca prepararlo en caliente.
Desarrollado por el jefe de barra, este coctel está actualmente compitiendo en World Class, y fue nuestro favorito. El sabor del café es agradable, y el cóctel es muy suave con su cremosa espuma. Es casi como si fuera un trago de tiramisú.

Otro trago en la competencia World Class, es Ceithir Luath Oir ($7.800), nombre en gaélico, pero cuyos sabores recuerdan al norte del país con su jarabe de papaya enchilada con ají verde y pimienta negra (ligeramente picante, acumulativo, pero muy suave), limón sutil, jarabe de mandarina y trocito de papaya, además de Johnnie Walker Gold y Black.

Causa y Efecto ($6.000) es una versión propia del Negroni, con Tanqueray, Martini Rubino y Bitter, cold brew de grano macerado por 36 horas y bitter de chocolate.
Y es un show en sí: presentado en una bolsita de papel, que se abre y dentro se vierte hielo seco a raudales. Al interior, viene una botellita con el cóctel y un vaso listo, para servirlo y hacer tu propia alquimia, llevando así el concepto hasta el último detalle y complementando muy bien la experiencia, que hasta el momento, ha sido un siete y medio.

Aparte, existe una carta «misterio», donde se elige un destilado base y algún sabor a gusto, y los bartenders crean un cóctel en el momento, basado en tus preferencias. Una sorpresa más de la propuesta experimental del local.

De la cocina…

Si bien son más que nada picoteos para apoyar a la barra, todas las propuestas son fuertes y de autor, y no se quedan atrás respecto a la espectacular barra.

Recomendadísima queda la Trilogía de Baos ($7.500), una versión original de esos pancitos blandos vietnamitas, donde la variedad incluye uno de pescado frito crocante con chalaquita (hecha con los encurtidos propios del local) y salsa de ají amarillo que le dan ese toque picantito, pero sabroso. Reconózcalo por su pancito negro teñido con tinta de calamar.
El segundo, es vegetariano: chalaquita,  chips de betarraga, mayonesa de cilantro, berenjena apanada y pickles de betarraga; ambos, vegetales que no me gustan, pero estaban tan bien preparados, que quedó exquisito. En pancito de zanahoria.
Por último, un bao tradicional con mechada de cerdo, tomate, pickles y mayo de siracha. Delicia aparte, porque el cerdo viene blando y con su costrita.

Seguimos con un Affumare ($8.200) de salmón ahumado en el mismo local con chips de cerezo, mezclado con un toque de gazpacho y topping de pesto y quinoa, acompañado de una exquisita salsa bearnesa, mayo verde y mayo casera de ajo, que nunca decepciona, además de tostaditas y nuevamente encurtidos propios del local.
Bastante rico, sobre todo al mezclar todos los ingredientes, especialmente con la salsa bearnesa para emulsionar el salmón finamente fileteado. Jumbitos por la presentación.

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La barra de encurtidos

Un plato popular son los Tacos de Moctezuma ($7.500), tres tacos con mezclas diferentes y expertas: poroto negro, palta, pico de gallo y cebolla frita con topping de queso parmesano, un claro ganador según yo.
Uno de queso azul, boletos, champiñones salteados y cebolla frita. El sabor está claramente dominado por el queso azul, que como no es mi favorito, no me mató. El Nenuco lo amó, porque el queso azul es como su paraíso personal.
El más debil fue el de humus de albahaca con pico de gallo, parmesano y cebolla frita, porque no solo no me mata la albahaca, me pareció ligeramente insípido.

Tiene la ventaja de que es fácilmente convertible a plato vegano, habiendo así opciones para todos los gustos.

Una opción más «clásica» para acompañar los cocteles es Port’alba ($6.400), un dueto de pizzas de masa delgada con salsa casera y mozzarella, en versión vegetariana con cremita de espinacas, parmesano rallado y nueces (que me encantó, es cremosita, rica, y hablemos de lo bacán que queda la pizza con nueces) La segunda trae tocino de la casa y cebolla caramelizada al bourbon, para crear una conexión con la propuesta de barra. La cebolla queda dulce y muy agradable.

Sé que varios de ustedes ven los precios y tal vez tienen sus dudas, porque ya han ido a locales caros y rimbombantes, donde ni experiencia ni platos valieron realmente lo cobrado, si les ponemos una calificación honesta; especialmente si esperan a una ocasión especial, una celebración, un rato con las amigas que no se juntan nunca. Y pucha que es horripilante cuando la carta no cumple con las expectativas. Pero si hay un lugar que recomendaría a ojos cerrados para tener una de esas experiencias que valen la pena, éste es el lugar.

Nadie se queda indiferente al pedir un Ritmo o un Polaridad, o comerse unos baos: la puesta en escena es casi tan fuerte como el sabor. Acá hay tema, experiencia, aventura, misticismo, sabor, presentación, atención. No me extrañaría que el local llegue muy pronto al top 50 bares Latinoamérica, si es que no a estar entre los primeros. Estaré esperando.

Así como la alquimia era más que la transmutación de metal en oro: era la transformación del alma, propuestas completas como ésta van más allá de lo material, y son más bien una experiencia.

Dónde: Geber Alchemist Bar, Av. San Josemaría Escrivá de Balaguer 6400 (Borderío), Vitacura. Abre de martes a sábado desde las 19:30 horas.

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