Y cuando digo el barrio, quiero decir mi barrio –por fin virgencita de Guadalupe y guadalcanal, hacía falta wena comida cerquita de la casa, como para un relax after-pega sin pegarse ningún pique pajero en metro– okgracias.
Todo comenzó hace unos meses, en mi camino habitual desde la infierno-office a la casa. Existían un par de cuadras antes, un lote valdío simplemente terrorífico. Pastizales tan altos, que estoy segura se podía esconder un cadáver (lo anoté mentalmente por si en ese entonces me mandaba las partes con alguien ‘accidentalmente’ y necesitaba deshacerme de la evidencia)
Un día equis, empezó a haber movimiento en el lote, pero piola. Como alguien armando castillos de arena en la playa, más que excavando. Y de pronto, aparece un gran letrero que anuncia próximamente una nueva plaza de bolsillo (de las mismas que hablé en el especial de San Valentín sin lucas), y encima, que se podía votar acerca de qué cosas querías en la plaza. Obvio que voté como diez mil veces por foodtrucks. Aclaremos que en mi calle hay harta comida callejera de la wena, como chicha venezolana (la amo) y tequeños, pero faltaba alguna propuesta gastronómica más establecida, cerca de mi casa. Para ir a comer a casi cualquier lugar, mínimo había que tomar el metro, o caminar como Kung Fu.
Pasó el tiempo, y la plaza estaba lista como por arte de magia. Yo la verdad no esperaba nada del resultado.
Pero superaron mis nulas expectativas, cuando se instalaron nada menos que La Mensajería, Maprao Thai y IScream.
Partimos por La Mensajería, que ofrecía tremendos sánguches y su especialidad: empanaditas diferentes. Pedimos la promo de dos empanadas vegetarianas ($4.000) porque los rellenos llamaron nuestra atención, especialmente la de pastelera de choclo. Si bien tenía harta albahaca (me carga la albahaca, que se queme toda), estaba harto rica. La masa es integral, sosí, tenga ojo. Tampoco eran muy grandes para el precio, pero al menos resultaron interesantes, y hay diversas opciones.
La segunda era de espinaca y queso de cabra. Si bien amo el queso de cabrita, fue mi plato menos favorito del día. O sea, era interesante, pero resultó un poco amargo: faltó un tercer sabor a medio camino entre la espinaca y el queso de cabra, que tienen un amargor propio.
Pedimos además una limonada ($2.000) que estaba buenita, y un batido de frutilla ($2.000) -en realidad un jugo de fruta fresca, batido en el momento, no piensen que es un milkshake-, que estaba harto rico.
En Maprao Thai continúan con su habitual sistema:
- Eliges un curry (satay, panang, amarillo) >> elegimos amarillo porque somos básik0s
- Seleccionas una base de arroz, fideos de trigo, verduras o mix >> arroz jazmín
- Eliges una proteína (carne o tofu) >> pollo
- Escoges el nivel de picante >> poquito, para no matarnos
- Topping (albahaca, cilantro, ají guindilla, maní, chalotas) >> maní
Delicioso como siempre, aunque nada barato ($6.900), hasta me atrevo a decir que subió algo de precio desde que hicimos la reseña. Peeeero el balde sigue siendo el más grande y más llenito de todo Santiago, y quedamos bien con uno entre los dos, así que en realidad no sé de qué me quejo.

Hasta el borde mismo, como piscina de arroz. Amor eterno.
Pero finalmente fue IScream el local que sacó las papas del fuego con sus helados thailandeses (esos que se arman sobre un tambor frío y quedan como rollitos) Por $2.600 te hacen un buen vasito con dos sabores. Si bien el acabado no es muy fino, tienen muchas opciones; elegí Nutella con canela, y ojo, la canela era gringa. Y sí, es diferente. Además se le puede agregar chantilly y salsa (de naranja, en este caso)
Y estaba demasiado weno. Lloro de impotencia porque ando full a dieta, pero uffff, se viene el desquite. Encima ofrecen mil cosas más, como malteadas, frappes, smoothies, jugos, cafés con puras cositas dulces, tés y chocolates calientes o fríos de muuuuchos tipos.
Asimismo, los tres locales ofrecen otras variedades de preparaciones, así que está bien como para volver e ir descubriendo lo que desde ahora ofrece el barrio. Creo que me haré habitué de este lugar.
Dónde: Plaza de Bolsillo, Santa Isabel 384, Santiago